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Día de las Trabajadoras y los Trabajadores

Día de las Trabajadoras y los Trabajadores

“A veces me pongo a pensar
En otra vida o lugar
Estoy demasiado cansado
No tengo tiempo para tener
El tiempo libre de ser
De no tener nada que hacer
Es cuando me encuentro perdido en las cosas que yo creé
Y no sé
No veo más allá del humo
El amor y las cosas libres, coloridas
Nada contaminadas
Ah, me despierto para trabajar
Duermo para trabajar
Corro para trabajar
No tengo tiempo para tener
El tiempo libre de ser
De no tener nada que hacer
No veo más allá del humo que pasa y contamina el aire
No sé nada
No veo más allá de todo esto
El amor y las cosas libres, coloridas
Nada contaminadas…”

Capitán de Industria
Compositores: Marcos Valle / Paulo Sergio Kostenbader Valle / 1972

 

El 1º de mayo, Día de las Trabajadoras y los Trabajadores, no es una fecha de celebración vacía; su origen está arraigado en las arduas e históricas luchas de la clase trabajadora por condiciones dignas de existencia. Una lucha que hoy muchos intentan romantizar, pero que fue forjada en la combatividad de las huelgas, en las batallas contra jornadas laborales extenuantes y cuerpos violentados por la represión estatal y patronal. No se puede hablar de este día sin reconocer que nace de la resistencia frente a un sistema que, desde siempre, ha intentado someter vidas al lucro a cualquier costo.

Reflexionando sobre esta historia y sobre los relatos de Conceição Evaristo, fui atravesada por una verdad que siempre estuvo frente a mis ojos: la vida de mi madre fue completamente secuestrada por el trabajo servil. Cuando aún era niña, tuvo que cambiar su infancia —que debería haber sido un espacio de juego, aprendizaje y afecto— por un plato de comida y un lugar donde dormir. En la adolescencia fue niñera, cuidando a los hijos de su patrona mientras mantenía la casa en orden. Ya adulta, siguió como trabajadora doméstica, limpiando la suciedad ajena para garantizar el sustento y la educación de sus propios hijos.

Pero no basta con trabajar para sobrevivir. Como alerta bell hooks, la mirada colonizadora enseña a la mujer negra que debe agradecer por estar ahí, como si su presencia en espacios de blanquitud fuera una concesión. Así, mi madre todavía carga con la idea del “favor”, como si debiera la vida a sus patrones, siempre agradeciendo por la oportunidad de servir. La lógica cruel de la servidumbre no termina en el cansancio físico; se infiltra en las subjetividades, moldeando la percepción del valor y de la dignidad. Como cantan Emicida y Drik Barbosa en “Semente”, “niñe no debe trabajar” —y me encantaría que la infancia de mi madre hubiera sido salvada de las cocinas ajenas. Esa canción carga el peso de generaciones cuyas existencias fueron mutiladas para alimentar las engranajes del capital.

Las mujeres —en especial las mujeres negras, indígenas, pobres y periféricas— siempre han trabajado. Sin embargo, su presencia en el mundo del trabajo ha estado marcada por la desvalorización y la subalternización. Los servicios domésticos, ocupados en su mayoría por estas mujeres, son vistos como naturales, casi invisibles, como si el cuidado, la limpieza y el sostenimiento de la vida fueran tareas espontáneas, sin técnica, esfuerzo o reconocimiento. Incluso fuera del hogar, en fábricas, comercios o servicios tercerizados, estas mujeres siguen siendo la mano de obra más precarizada, fácilmente descartable, siempre las primeras en ser explotadas y las últimas en ser reconocidas.

Esa lógica brutal de explotación se perpetúa en la vida de quienes trabajan bajo el régimen de escala 6x1. Seis días de trabajo extenuante por un solo día de descanso, que muchas veces es consumido por tareas domésticas y cuidados familiares que ni siquiera permiten una recuperación física adecuada para soportar la próxima semana de trabajo. Quien trabaja bajo esas condiciones apenas puede experimentar la vida más allá del trabajo. La semana se resume en trabajar, comer y dormir, mientras que el día libre es, en la práctica, solo una preparación para volver a empezar. Eso no es vivir, es sobrevivir miserablemente.

En este Día de las Trabajadoras y los Trabajadores, es fundamental rescatar el verdadero sentido de la fecha: la lucha por la emancipación. No se trata solo de reivindicar mejores condiciones laborales, sino de cuestionar la propia lógica que naturaliza la explotación y la desigualdad. No hay dignidad posible mientras el trabajo esté organizado para oprimir, silenciar y robar vidas. Es necesario soñar y construir nuevos mundos posibles: un mundo donde la infancia de nuestras madres y padres sea respetada, donde el trabajo esté al servicio de la vida —y no al revés—, donde la dignidad no sea privilegio, sino un derecho de todas y todos. Que nuestra memoria y nuestras luchas sigan vivas.

El Pontón de Cultura Pátria Grande cree firmemente que un proceso de integración latinoamericana solo podrá ocurrir en el marco de la superación de las abismales desigualdades y explotaciones socioeconómicas generadas por la lógica capitalista y garantizadas por los Estados capitalistas. Cree también que la producción cultural, como herramienta de producción de significados, subjetividades y materialidades, es un instrumento fundamental en el largo e infinito camino de construcción del mundo que deseamos. Por una producción cultural que contribuya a la emancipación de la clase trabajadora, que favorezca otras perspectivas, que critique y proponga, que defienda, afirme y enaltezca el trabajo y el ocio necesarios para una vida buena.

Por Dandara Lima, Agente Cultura Viva del Pontón Pátria Grande

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